¿Qué ha fallado? Esta la pregunta que la crisis del año 2008 todavía suscita. Después de décadas de crecimiento económico, se había dado por sentado que éste sería ilimitado: los mercados dictaban sus propias normas, y los políticos se hacían a un lado. Sin embargo, el estallido de la crisis ha obligado a redefinir la relación entre política y mercados. ¿En qué términos se hará?
Nuestro país, singularmente afectado por esta situación, permite acercarnos a una respuesta a esta pregunta. El caso de lo que los autores llaman “el paciente español” se ha visto agravado por la crisis interna que se ha sumado a la global. El crecimiento prodigioso de la economía española desde finales de los noventa se había fundamentado en la burbuja inmobiliaria. Además, el crédito abundante propició un endeudamiento que hoy las familias y las empresas tienen serias dificultades para devolver. El mercado, que parecía infalible, se desmoronó. Y la respuesta del gobierno, que no creía en la magnitud de aquella crisis, fue débil y errática.
Para superar esta crisis, pues, será necesario retornar al arte de la política. España, y los gobiernos de todo el mundo, deben establecer una estrategia que combine las políticas a corto plazo con las reformas a largo plazo. Sólo así, más allá de las exigencias del mercado, podremos volver a tomar el pulso de nuestra economía.